¿Existen riesgos en el uso de las TIC en el trabajo social?
El uso de las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TIC) en el trabajo social conlleva una serie de
riesgos que deben ser considerados cuidadosamente para garantizar una
intervención ética, segura y efectiva. Entre los principales riesgos destacan:
Deshumanización de la relación
profesional: La mediación tecnológica puede dificultar el contacto humano
directo, afectando la calidad de la comunicación y las relaciones de confianza
entre el trabajador social y los usuarios, ya que cuestiones como el lenguaje
corporal, el contacto visual y los matices emocionales se pierden o se
dificultan en entornos virtuales.
Problemas de privacidad y
confidencialidad: El manejo inadecuado de la información digital puede exponer
datos sensibles de personas vulnerables, poniendo en riesgo su seguridad y
derecho a la privacidad. Es fundamental adherirse a estrictos protocolos de
seguridad para evitar accesos no autorizados y asegurar un uso responsable de
la información.
Brecha digital y exclusión social:
Las desigualdades en el acceso a tecnologías y la alfabetización digital pueden
marginar a ciertos grupos, especialmente personas mayores, personas con bajos
recursos económicos o niveles de educación bajos, dificultando su acceso a
servicios digitales y profundizando la exclusión social.
Sobrecarga y alienación laboral: La
disponibilidad constante que las TIC generan puede provocar que los
trabajadores sociales reciban demandas y mensajes de manera ininterrumpida, lo
que eleva la intensidad del trabajo y puede afectar su salud física y mental.
Riesgos psicológicos asociados al uso
excesivo de TIC: En términos más generales, la exposición continua a las
tecnologías puede generar ansiedad, estrés, adicciones tecnológicas,
disminución de habilidades sociales y aislamiento, afectado tanto a usuarios
como a profesionales que deben estar alerta frente a estos elementos.
Dificultades para identificar
situaciones de riesgo: La intervención a través de medios digitales puede
limitar la capacidad del trabajador social para detectar señales cruciales en
casos de violencia, abuso o situaciones críticas, debido a limitaciones de
privacidad y comunicación en el entorno virtual.
En conclusión, aunque las TIC ofrecen
múltiples beneficios para el trabajo social, es esencial reconocer y gestionar
sus riesgos para proteger la calidad de la intervención, la autonomía y la
dignidad de las personas atendidas. Los trabajadores sociales deben estar
formados en competencias digitales, ética tecnológica y estrategias para
reducir la brecha digital, asegurando así que el uso de las TIC contribuya a
una intervención más inclusiva, segura y humanizada